DPs o Personas Desplazadas
Antes del estallido de la II Guerra Mundial y durante la contienda millones de personas fueron desplazadas por distintas causas:
- Personas llevadas por la fuerza de su propio país para trabajar en otro, especialmente a Alemania o países ocupados por los nazis.
- Personas que huían ante el avance del enemigo invasor.
- Personas que fueron obligadas a marcharse antes y durante la guerra, como los judíos alemanes o los republicanos españoles.
Al final de la guerra se planteaba en Europa el problema de las personas desplazadas a causa de las contingencias de la guerra. Mientras que millones de personas bailaban y cantaban por las calles de París y Londres celebrando el final de los horrores de la Guerra, otros millones de hombres y mujeres vagaban de un punto a otro del Continente, ex prisioneros de los campos de concentración nazis que trataban de volver a sus respectivos países, ex colaboracionistas que esperaban escapar a las represalias y los castigos y, sobre todo, millones de personas que abandonaban los territorios anexionados por los vencedores. El rey danés Cristian anunciaba en Copenhague que “nuevamente podemos izar nuestra vieja bandera”. No todos los vencedores del nazismo fueron pueblos libres después de 1945.
Esta Guerra provocó el mayor desplazamiento de población de la historia moderna. En mayo de 1945, se calculaba que en Europa había más de 40 millones de personas desplazadas, sin contar a los alemanes que habían huido del avance de los ejércitos soviéticos en el Este y los trabajadores forzosos extranjeros que estaban en la propia Alemania. Por otra parte, en los meses siguientes fueron expulsadas de la Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia y de otros países de Europa oriental alrededor de 13 millones de personas de etnia alemana (Volksdeutsche), a las que se conocía con el nombre de expulsados (Vertriebene). Además, los aliados encontraron a otros 11,3 millones de trabajadores forzosos y desplazados trabajando en el territorio del antiguo Reich alemán.
A todos ellos había que sumar al más de un millón de rusos, ucranianos, bielorrusos, polacos, estonios, letones, lituanos y personas de otras nacionalidades que huyeron del dominio comunista cuando se hizo patente que el líder soviético Josef Stalin estaba imponiendo un nuevo totalitarismo.
Los movimientos de personas en todo el continente europeo, que había quedado devastado por la guerra, fueron los que más preocupación suscitaron a las potencias aliadas, que mucho antes de que finalizase la guerra reconocieron que la liberación de Europa conllevaría la necesidad de abordar este trastorno masivo.
En noviembre de 1943 las fuerzas aliadas (incluida la Unión Soviética) crearon la Administración de la Naciones Unidas de Socorro y Reconstrucción (UNRRA). Con el amplio mandato de asistir en el socorro y la reconstrucción de las zonas devastadas, la UNRRA se estableció como organismo que prestaría asistencia a todas las personas desplazadas por la guerra, no sólo a las que habían huido de sus países de origen. Entre 1944 y 1945, la UNRRA proporcionó ayuda de emergencia a miles de refugiados y desplazados en las zonas que estaban bajo control de los aliados, aunque la Unión Soviética no permitió que actuara en la zona soviética. Hasta el término de la guerra en Europa, en mayo de 1945, el UNRRA trabajó en estrecha colaboración con las fuerzas aliadas, que facilitaron apoyo logístico y material. A mediados de 1945, la UNRRA tenía más de 300 equipos sobre el terreno.
Una vez finalizada la guerra, la UNRRA se dedicó sobre todo a las labores de repatriación. La mayoría de las personas desarraigadas deseaba regresar a sus hogares. Además, los acuerdos adoptados en las conferencias de Yalta y Potsdam en 1945 dispusieron la repatriación rápida de ciudadanos soviéticos a la Unión Soviética.
La operación de repatriación fue haciéndose cada vez más polémica, especialmente a medida que fue aumentando la oposición a la repatriación. Entre las personas repatriadas con rapidez durante este período hubo alrededor de dos millones de ciudadanos soviéticos, muchos de los cuales, especialmente los ucranianos y los procedentes de los Estados bálticos, no querían retornar. Buena parte de estas personas terminaron en los campos de trabajo de Stalin. Los europeos del Este fueron repatriados con menos celeridad. Pese a que muchos de ellos tampoco querían regresar a países que ahora estaban bajo el régimen comunista, fueron devueltos sin prestar mucha atención a sus deseos. Aunque los países occidentales no se dieron cuenta inicialmente de lo que les estaba ocurriendo a muchos de los que fueron devueltos forzosamente, el gobierno de los Estados Unidos en concreto fue mostrando una actitud cada vez más crítica hacia estas devoluciones.
En 1946 surgió un enconado debate sobre si la UNRRA debía o no proporcionar asistencia a las personas que no querían ser repatriadas. Los países del bloque oriental afirmaban que sólo se debía prestar ayuda a los desplazados que retornaban a sus hogares. Los países del bloque occidental insistían en que cada persona debía tener libertad para decidir si quería regresar o no, y que esta elección no debía afectar negativamente a su derecho a recibir asistencia. Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos denunció las políticas de repatriación de la UNRRA y sus programas de reconstrucción en los países del bloque oriental, afirmando que sólo servían para reforzar el control político soviético sobre Europa oriental.
La reticencia que mostraban los refugiados a retornar a sus países de origen siguió siendo un problema importante que dominaría los años de la posguerra. Dentro de las propias Naciones Unidas, el tema de la repatriación se convirtió en una cuestión política de envergadura y fue uno de los asuntos más polémicos que se debatieron en el Consejo de Seguridad de la organización durante sus primeros años de existencia. El debate afectaba al centro de los conflictos ideológicos fundamentales que dividían Este y Oeste en aquella época, que giraba en torno a la cuestión de si las personas debían o no tener derecho a elegir su país de residencia, a huir de la opresión y a expresar sus opiniones.
Finalmente, el gobierno de los Estados Unidos, que aportaba el 70 por ciento de los fondos de la UNRRA y ejercía en gran parte el liderazgo de la organización, se negó a ampliar el mandato de ésta a partir de 1947 y a darle más apoyo económico y, con la firme oposición de los países del bloque oriental, presionó con fuerza para que se crease una nueva organización para los refugiados con una orientación diferente.
La Organización Internacional de Refugiados (OIR) fue creada en julio de 1947 como organismo especializado no permanente de las Naciones Unidas. En la fecha en que se estableció, se preveía que el 30 de junio de 1950 habría completado su programa de tres años.
Aunque la labor de la OIR se circunscribía a ayudar a los refugiados europeos, fue el primer organismo internacional que abordó de forma exhaustiva todos los aspectos relativos a la cuestión de los refugiados, pues sus funciones abarcaban su repatriación, su identificación, su registro y clasificación, su atención y asistencia, su protección legal y política, su transporte, su reasentamiento y su reinserción.
Finalmente, la OIR ayudó a repatriar a sólo 73.000 personas, frente al más de un millón de personas a cuyo reasentamiento contribuyó. La mayoría de ellas se dirigieron a los Estados Unidos, que recibió a más del 30 por ciento del total; otros países de acogida fueron Australia, Israel, Canadá y diversos países latinoamericanos, como la Argentina.
Bibliografía:
ACNUR, La situación de los refugiados en el mundo. Cincuenta años de acción humanitaria, 2000.
WYMAN, Mark. DPs: Europe’s Displaced Persons 1945-1951. Cornwell University.
Claudia Stefanetti Kojrowicz
11.01.10
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