El día del Colono Polaco
“Recordar el día 8 de junio de cada año la llegada del primer colono de origen polaco a la Argentina, significa sin duda reivindicar la memoria de aquellos hombres y tener siempre presentes a quienes con tanto sacrificio contribuyeron a construir nuestra patria”.
Dr. Antonio Erman González – Diputado de la Nación
Con estas palabras el Dr. González cerraba los fundamentos del proyecto de ley, presentado ante la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, que el 28 de diciembre de 1995 finalizó en la promulgación de la ley 24.601, estableciéndose el Día del Colono Polaco.
Redactar un ensayo histórico serio no es una tarea sencilla. No tenemos una máquina del tiempo que nos ayude a recrear detalladamente el pasado. Todo lo que podemos esperar es encontrar fuentes que nos informen sobre determinados acontecimientos de modo que podamos comenzar a comprender e interpretar lo ocurrido. Contar el origen de la colonización polaca es difícil debido a la falta de fuentes primarias, es decir, de documentos originales. Hasta hoy nos guiamos por tres obras fundamentales, La colonización polaca en Misiones, escrita en 1922 por Federico Vogt y los dos libros de Estanislao Pysik sobre la inmigración polaca en la República Argentina, publicados en 1944 y 1966. Nadie sabe qué fuentes han consultado, quizás sí hayan tenido acceso a documentos oficiales y a relatos de testigos válidos, pero lo cierto es que un trabajo histórico con rigurosidad académica es aquel que permite confrontar lo dicho con las fuentes empleadas.
En los archivos del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos podemos encontrar algunos indicios que nos hacen suponer que los pasajeros que llegaron a Buenos Aires el 8 de junio de 1897en el Antonina, son los mismos que llegaron a Apóstoles.
El camino de los archivos
El trabajo en archivos es un tanto tedioso, después de muchísimas horas de leer documentos amarillentos, desordenados, incompletos, con letras ilegibles el investigador encuentra a veces, sólo a veces, un dato que le hace olvidar tantas horas de trabajo silencioso y solitario. El crítico y escritor inglés David Lodge le hace decir a uno de sus personajes: “escribe una ponencia y conocerás el mundo”.
No lo puedo contradecir ya que escribir un texto para la Universidad Carolina de Praga sobre el origen de la colonización polaca me ha hecho andar muchísimos kilómetros. Así, en los Archivos Nacionales de Viena descubrí datos valiosísimos acerca de la presencia de las autoridades del Imperio Austro-Húngaro en Misiones y también sobre grupos de colonos galitzianos que fueron a Córdoba con anterioridad a 1897 y que al no tener éxito decidieron dejar la Argentina. Todo parece indicar que se trata de los polacos a los que hace referencia Federico Vogt cuando dice: “Anteriormente la Dirección de Inmigración de Buenos Aires había internado en distintas provincias a varias familias polacas, las que poco después, volvían a la Capital desalentadas y en el último estado de pobreza”.
En los archivos de las parroquias de los distintos pueblos donde se asentaron los colonos también se encuentran informaciones muy importantes como así también en el Archivo de la Gobernación de Misiones, cuya directora se ha pasado horas ayudándome a desentrañar escrituras y vocabularios de otros tiempos. El Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos es una muy buena ayuda para dar con informaciones de arribos transatlánticos, pero nada nos dice de quienes entraron vía Montevideo o Brasil.
Lo cierto es que ya casi me había dado por vencida, y me había dicho más de una vez que era inútil seguir buscando una fuente primaria, es decir, un documento oficial que dijera quiénes eran exactamente estos primeros colonos. No cambia en nada el sentido de la Historia tener o no este dato, pero cuando uno quiere hacer una investigación con rigor académico esto va transformándose en una obsesión. Y donde uno menos lo espera allí está el tesoro buscado.
Verano apostoleño
Una mañana de calor tropical un señor de Apóstoles que sabe muy bien de mis trabajos de investigación en el Museo Roca me propuso ir a ver a un hombre que decía tener “los documentos que cuentan el verdadero origen de la Colonia”.
En una jornada de casi 40 grados y después de años de buscar “científicamente” los documentos en innumerables archivos se hacía muy difícil aceptar que un particular que se ganaba la vida con su chacra y algunas changas, fuera el “dueño de la verdad”. La intriga podía más que toda lógica y allá fui. El señor me recibió con las siguientes palabras: “Encantada de conocerla señora, le pido que sea discreta y que no le cuente a nadie que ha venido. La Divina Providencia ha puesto estos papeles en mis manos para que yo custodie la verdad.” Momento difícil de superar. A continuación me invitó a regresar a la mañana siguiente pues los documentos estaban en otro pueblo, ya que “me han ofrecido treinta mil dólares por ellos y tengo miedo de que quieran robármelos. Le aclaro que se los muestro pero no puede ni fotocopiarlos y fotografiarlos. Sólo los puede ver.”
Volví a casa un poco más desanimada e incrédula, pero ya había concertado la cita. Al otro día finalmente los pude ver los misteriosos papeles. Y créase o no, el señor decía la verdad. Por primera y única vez, tuve en mis manos las planillas originales de la Dirección de Tierras y Colonias de los años 1897 a 1899, los mapas en los que se ven las chacras asignadas a cada familia, un proyecto de colonización sueco-finlandesa en la zona y otros documentos. Aparentemente todo forma parte de un expediente por el cual la familia Freitas, que vivía allí desde mucho tiempo antes de la llegada de los colonos reclamaba que se le reconociera la propiedad de su tierra.
Lograr que este hombre entregue los documentos no es una tarea sencilla, especialmente desde su creencia de haber sido elegido por la Providencia para cuidarlos. Hay algo muy importante para decir a su favor, si él no los hubiese encontrado en medio de una pila de papeles para quemar se habrían perdido para siempre. Lo único prudente que logré hacer fue dejarle algunas indicaciones para la mejor conservación de dichos documentos y tomar algunas notas de sus datos. Persuadirlo de la entrega de la documentación a las autoridades pertinentes es una tarea que está en manos de algunas personas de la Provincia.
Los documentos establecen que fueron 15 las familias que dieron origen a la colonización. Nada se aclara sobre su nacionalidad. Lamentablemente no se registraban los nombres de las mujeres, sólo se inscribían los datos de los varones mayores de edad. En cuanto a la cantidad de personas, hay una diferencia con la cifra que se estableció en 69, según el texto de Federico Vogt, quizás este haya sido sólo un error de imprenta que se fue arrastrando a lo largo de estos años. En los registros del Ministerio de Agricultura queda claramente expuesto que se trató de un grupo de 59 personas, 35 mayores y 24 menores.
Estos informes indican qué recibieron del Estado los colonos en cuanto a cantidad de tierras y su ubicación exacta, a útiles de labranza y alimentos. Hay un detalle preciso sobre qué recibió cada hombre adulto y cuánto debía en 1899. La suma total de la deuda era de $ 26.763, 4. El monto menor era de $50 y el mayor ascendía a los $ 774.
También se informa de la llegada de otras 7 familias en abril de 1899, con lo cual la colonia ya llegaba a tener 192 familias.
Espero que ante la inminencia de la celebración de los 110 años de la llegada de los primeros colonos, esta documentación esté en el lugar que corresponde para que todos la podamos compartir. Y que no olvidemos que junto a estos hombres registrados con su nombre y apellido llegaron sus mujeres, sin nombres, sin identidades, sin reconocimientos. Fueron esas mujeres anónimas las que transmitieron su cultura, su religión y sus sentimientos. Unas mujeres que en silencio construyeron una colectividad y que se las recuerda poco.
Un último dato: según estos documentos, los colonos no llegaron el 27 de agosto sino el 26 de agosto de 1897, el día de la Virgen de Czestochowa. Para pensar...
Lic. Claudia Stefanetti Kojrowicz
Glos Polski, mayo 2007
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