Reseña: Chicos de Varsovia, de Ana Wajszczuk

Crónica histórica y saga familiar

Imagen de la portada de Diario de Gombrowicz“El pasado es un animal que no se extingue, que reaparece siempre bajo formas misteriosas”, reflexiona la editora y periodista Ana Wajszczuk (Quilmes, 1975), autora de Chicos de Varsovia, libro que se centra en el Levantamiento de Varsovia. Esta rebelión contra la ocupación nazi -la más larga y sangrienta de la Segunda Guerra Mundial- se inició el 1 de agosto de 1944, se prolongó hasta el 2 de octubre de ese año y en ella murieron unos doscientos mil insurgentes. No debe confundirse con el Levantamiento del Gueto de Varsovia, llevado a cabo por la comunidad judía en 1943. Para su trabajo de investigación, en 2015 Wajszczuk viajó, acompañada de su padre, a la capital de Polonia. La obra combina crónica histórica con la propia saga familiar, porque tres primos de su abuelo paterno participaron y murieron en el Levantamiento de 1944, iniciado por el Armia Krajowa (AK), el Ejército Patriótico o Ejército Nacional: Antoni, de veinte años; Barbara, de dieciocho, y Wojtek, de quince.

La indagación menciona varios sucesos trágicos como el asesinato, en el barrio de Wola, de más de cuarenta mil personas a manos de las brigadas nazis. Diferentes testimonios -como el de Jorge Lagocki, que emigró a la Argentina con su madre en 1948- aportan perspectivas valiosas. Entre los testimonios recogidos -a veces por boca de los hijos de los protagonistas ya fallecidos- figuran los de algunos insurgentes del AK que lograron sobrevivir. Mietek Grinszpan, por ejemplo, había escapado del gueto antes de unirse al Ejército Patriótico. Tanto él como Hanna Baranowska se radicaron en Buenos Aires. En cambio el “capitán Jerzy”, líder de un batallón, se afincó en la ciudad de Neuquén.

El Levantamiento de Varsovia -señala Wajszczuk- es un episodio casi desconocido fuera de Polonia que, hasta 1990, vivió bajo el dominio de un gobierno comunista digitado por la Unión Soviética. “El AK -afirma-, el ejército clandestino y nacionalista, prodemocrático y conservador a la vez, había interferido en los planes de dominación de Stalin.” Los ex soldados del AK, sobre todo en las primeras épocas, fueron perseguidos, arrestados, deportados y asesinados por las autoridades comunistas que, además, amedrentaron a sus amigos y familiares, e incluso denunciaron el levantamiento “como una locura fascista”. No debe olvidarse que la invasión a Polonia, en septiembre de 1939, fue una operación conjunta ejecutada por Alemania y la Unión Soviética, cuando Stalin era aliado de Hitler.

Aún hoy -advierte la autora-, si bien ese hecho se ha convertido en “un mito fundante de la Polonia poscomunista”, sigue siendo un tema abierto al debate; y puntualiza acerca de la composición ideológica del AK: “. era una organización de más de trescientos mil miembros de todas las regiones y tendencias políticas de Polonia, desde socialistas hasta la extrema derecha para la cual los enemigos de la patria eran, además de nazis, los judíos y los comunistas.”. Sin embargo, resalta que, según los registros de los “Justos entre las Naciones” del Instituto Yad Vashem de Israel -que reconoce a aquellos que salvaron en esos años a judíos de una muerte segura-, Polonia es el país con más casos certificados (más de seis mil quinientos).

Éste es el primer libro de no ficción de Wajszczuk, que ha publicado las obras de poesía Trópico Trip (1999) y El libro de los polacos (2004). En Chicos de Varsovia intercala algunos poemas -dedicados a la memoria de los tres primos de su abuelo muertos en el levantamiento- cuyo sobrio tono emocional brinda una melancólica calidez a la exposición de los hechos y refuerza el equilibrio entre las historias individuales y la gesta colectiva. La búsqueda de las raíces familiares se une así al homenaje a una nación muchas veces masacrada y oprimida que consiguió preservar su identidad, a pesar de la amenaza aniquiladora del totalitarismo.

Felipe Fernández
La Nación, Buenos Aires
13.08.2017


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