El desafío de la prosperidad

La ampliación de la UE, que incluye países más pobres, implicará nuevos gastos y riesgos

Mientras la creación de la Unión Europea resultó de la dura experiencia de las guerras que enfrentaron tres veces en menos de un siglo a Francia y Alemania, la extensión a diez nuevos miembros es, en cambio, consecuencia de la caída del muro de Berlín y del colapso del régimen soviético.

En 1957 Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo firmaron el tratado de Roma --cuyo origen fue el proyecto de explotación conjunta por Francia y Alemania para la producción de hierro y acero-- que creó la Comunidad Económica Europea y que conduciría a una integración gradual de sus mercados. Esta integración se inició con la eliminación de aranceles entre ellos para llegar a un arancel común y una progresiva integración política, estableciendo regímenes tributarios compatibles basados en el Impuesto al Valor Agregado y la liberalización de los flujos de capital y trabajo. Esto se extendió a políticas macroeconómicas comunes y al establecimiento de una unión monetaria. El Tratado de Maastricht de 1992 exigió una estricta disciplina fiscal y más adelante los países europeos obtuvieron un señalado éxito con la circulación de una moneda única, el euro.

A aquellos países fundadores se fueron agregando otros en distintas etapas: Gran Bretaña, Dinamarca, Irlanda, Grecia, España, Portugal, Austria, Finlandia y Suecia. El caso de éxito económico más notable fue el de los países de la periferia de Europa, como es el caso de España e Irlanda, que, ayudados con los fondos de infraestructura y la entrada de capitales de la comunidad, tuvieron un desarrollo espectacular. El acceso a mercados más amplios en una comunidad en la que se liberaron los flujos de comercio, trabajo y capital, permitió que estos países se acercaran a los niveles de ingreso de los más ricos del norte. Y fue esto el mayor incentivo para que otros quisieran incorporarse. Es lo que ocurrió con los que habían estado en el Comecon bajo el dominio de la Unión Soviética que, tras el colapso del régimen, sufrían las duras alternativas de la transición
Como los nuevos miembros tienen un ingreso per cápita inferior al de la media europea, si bien su incorporación se traducirá en una ampliación del territorio y población, el nivel promedio del ingreso per cápita de la UE bajará, al menos, en lo inmediato. Levantada la cortina de hierro, la inestabilidad y la crisis en esos países podían llegar a transmitirse a los que comparten fronteras. Para evitarlo se pensó que nada sería mejor que integrarlos y, aunque reconocían que tenían poco en común, confiaban en que las ventajas de mercados ampliados y las ayudas económicas los obligaría a aceptar los principios de convivencia y disciplina que regían en la UE. No se le escapaba a nadie que sería difícil. No sólo por los distintos niveles de pobreza, sino por las diferentes historias y experiencias institucionales.

Por otro lado, la ampliación traería un aumento del gasto (ya muy elevado), la demanda de fondos y subsidios de los nuevos ingresantes, lo que despertaba entre sus miembros muy poco entusiasmo. No era tampoco el momento más apropiado, ya que las economías europeas atravesaban por variados problemas. Alemania había descubierto la rigidez de las reglas de Maastricht que terminó cuestionando. La misma aprobación de la Constitución Europea atraviesa numerosas dificultades. Era además preocupante la libre movilidad del trabajo, ya que los países más desarrollados podrían llegar a recibir numerosos inmigrantes de los más pobres que quisieran aprovechar sus mejores sistemas de seguridad social. Como en otros casos, en las negociaciones se establecieron períodos de transición en los que se registrará el cumplimiento de cada uno de los requisitos para poder disfrutar del pleno ejercicio de los derechos como miembros.

Los problemas de economías agrícolas poco modernas con sectores de subsistencia exigirán también medidas que se discutirán dentro del marco de las reformas a las Políticas Agrícolas Comunes y donde se definirán los niveles de ayuda.
La nueva Europa, inclinada al este, es el resultado de un diseño (quizá todavía no pueda llamarse orden) posterior a la desaparición de la Unión Soviética que todavía no ha encontrado un equilibrio y que se ve ante desafíos inéditos en la historia.

La Comunidad Europea en la segunda mitad del siglo XX fue un instrumento exitoso en la consolidación de la paz en una Europa desangrada por las guerras en su primera mitad, paradójicamente bajo el apoyo y liderazgo norteamericano. Fue también un instrumento de notable prosperidad para sus miembros. Sus políticas proteccionistas respecto a la agricultura fueron en cambio negativas para los países exportadores de productos agrícolas.

Por Roberto Cortés Conde
Traducción: María Elena Rey
La Nación, Buenos Aires
25.04.2004


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